El mes pasado hablamos del libro publicado por Mutuasport, la Mutua del cazador, en donde hablamos de accidentes de caza y seguros. Una de las cosas que más me ha llamado la atención durante su elaboración es el desconocimiento sobre las consecuencias de cazar sin seguro. Hay un capítulo dedicado a este tema en el manual.
Blog de Santiago Ballesteros & Asociados, Abogados
A mediados de marzo televisiones, periódicos e internet daban por hecho la imposibilidad de cortar orejas y rabos (incluso en razas y perros de caza). Casi todos hemos visto las declaraciones de Pablo y sus mariachis, del PP, o de los tibios representantes de Ciudadanos en este caso. El ‘acabose’, como diría José Mota, de las rehalas y los cortes funcionales.
Los accidentes de caza han evolucionado de forma paralela a la de caza en España. En los años setenta, ochenta y noventa, la mayoría de los disparos imprudentes se hacían con escopeta practicando la caza menor, sobre todo de conejos. En el caso de la caza mayor, con munición de postas. Hoy nos matamos con rifles y con balas y especialmente en batidas o monterías. Es la conclusión que saco después de haber analizado cientos de sentencias de los últimos treinta años.
Con un pie en el estribo Miguel Delibes deja discurrir los días resignado. Se sabe muerto como escritor. Así lo reconoce en el descarnado preámbulo con que abre la puerta de sus obras completas: «Aunque viví hasta el año dos mil… el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica de La Luz».
No hace mucho que en este mismo blog publicaba Injurias en las redes, un post en el que denunciaba la situación de ataques indiscriminados a los cazadores por eso, por su mera condición de aficionados a la cinegética. Acababa de redactar para la ONC como letrado un escrito dirigido al Fiscal General del Estado en el que poníamos de manifiesto esta realidad, y pedíamos auxilio al órgano encargado de perseguir los delitos en España.
«… a esto se añade el ser capaz de méritos de caridad este ejercicio de la ballestería, disminuyendo en muchos animales la siega a las cosechas de los labradores, a cuyas hoces adelanta su hambre, y justiciando la voracidad del lobo el menoscabo de sus ganados, que como ladrón de los rebaños enteros asuela con hurtos». F. De Quevedo y Villegas (1644)