Las organizaciones conservacionistas no son el demonio, ni el Coco que se come a nadie. Es cierto que existen postulados extremos en el mundo ecologista e incluso organizaciones con planteamientos radicales; también que estas organizaciones han hecho de la caza una caja de resonancia y un altavoz para hacerse notar a base de ataques en los tribunales y reivindicaciones demagógicas.
Sin embargo, no hay que olvidar que toda la sociedad está en deuda con el conservacionismo serio de este país que prima el espíritu constructivo, y que ha servido de freno a los excesos del ladrillo y de una corrupción galopante dispuesta a hormigonar hasta el último metro de costa por un puñado de dólares. El hotel de Algarrobico en Almería es una muestra de esa lucha entre el Goliat de la especulación del suelo ligada a la política de medio pelo y el David de la conservación, la naturaleza y la legalidad. Hay ejemplos mucho más cercanos que dan arcadas.
Existen demasiados prejuicios en este país. Complejos por doquier que nos impiden aún tender puentes. La caza y la conservación son una misma cosa. No son conceptos antagónicos, sino complementarios. Hoy nadie se atreve a poner esto en duda. Un ejemplo vivo de esta simbiosis es la Fundación Oso Pardo en la Cornisa Cantábrica. He tenido el privilegio de comprobar como cazadores y conservacionistas colaboran y están sacando a una especie que hace veinte años tenía serios problemas; un éxito que se traduce en una población osera saludable y en expansión. Cualquier Life serio no se entiende hoy sin la colaboración de todos los skateholders o, lo que es lo mismo, la gente que hay en el medio natural, incluidos los cazadores. En el Life del Lince participan activamente las Federaciones de Caza y Aproca.
Otro ejemplo, las medidas de control de los topillos en Castilla y León a base de un veneno llamado clorofacinona, han puesto de acuerdo a prácticamente todas las organizaciones conservacionistas y a los cazadores de la meseta castellana, que han firmado un manifiesto conjunto de protesta por el reparto masivo de venenos que terminan afectando por igual a especies de caza y especies amenazadas o en peligro de extinción.
El éxito reproductor del lince en Sierra Morena, en donde ha salido del pozo de la extinción gracias a la colaboración y el buen hacer de propietarios, sociedades de cazadores y conservacionistas cabales, es otro claro ejemplo del escenario en que nos encontramos y en el que deberíamos actuar en los próximos años. A ambos colectivos nos interesa gozar de una naturaleza viva y saludable.
Conservacionistas y cazadores comparten además otras preocupaciones, como la dispersión de la normativa y la inseguridad jurídica que genera un sistema en el que diecisiete miniestados regulan a su aire sobre medio ambiente y caza. Es necesario repensar este sistema y armonizar la legislación existente. En esto también estamos de acuerdo. En definitiva, muchas más afinidades que antagonismos.