La UE celebra cientos de conferencias. Quizás la Torre de Babel en la Comisión Europea, su papeleo casi asfixiante y el galimatías de poner de acuerdo a más de 400 millones de personas lo haga imprescindible, lo dejo a juicio de cada uno. En noviembre le ha tocado a los cazadores y su papel con respecto a la Red Natura 2000. Los mensajes ya los conocen, demasiados tópicos, pero demasiado necesarios de repetir: cazar es conservar, los cazadores son aliados en materia de conservación…
Los malos, los de siempre: los demás, el otro, y sobre todo, la depredación, en este caso la urbanística, que a este paso no va a dejar en Europa un metro de tierra sin urbanizar o sin un molino de viento. A las energías verdes, los cazadores y los ecologistas las tienen en el punto de mira en toda Europa. No les gusta salir al campo y verlo lleno de trastos con aspas que les fastidian la visión de un paisaje limpio. ¡Las cosas!
Lo positivo de la conferencia es que han asistido cazadores de todas las partes para defender la verdad de la actividad cinegética, sin ningún complejo. Ya está bien de justificar la caza únicamente desde la perspectiva de la herramienta de gestión, la función social de la misma, su utilidad para la biodiversidad, etc. Sí, eso también, quizá en el fondo sea lo más importante, pero ya está bien de justificarnos y aguantar pamplinas como la prohibición de la contrapasa —cuando se capturan no más de 3.000 palomas de una población de millones— o de estar a vueltas con la perdiz con reclamo, como pasa ahora con una nueva carta de emplazamiento a España.
La Comisión Europea debe darse cuenta que predicar está bien, pero que dar trigo es necesario. La realidad es que los objetivos fijados por la Unión Europea para la Biodiversidad no se han cumplido; ha habido éxitos, pero los fracasos han sido estrepitosos. De hecho, propietarios, conservacionistas, cazadores, representantes de los ministerios de medio ambiente de los estados miembros, están todos de acuerdo en que hay que coger por los cuernos el toro de la planificación urbanística. La especulación atroz del suelo ha dejado machacado el levante español, los quiñones de Seseña y los términos municipales de muchas ciudades de España. Pero también hace de las suyas en toda Europa, hasta en la costa del Mar Negro, en Bulgaria, que a este paso, en unos años no se diferenciará de Torremolinos, Santa Pola o Benidorm. Los poceros, a pesar de la crisis económica, no conocen fronteras.
Todos, y cuando digo todos es todos, están también de acuerdo en que los cazadores ya no son un enemigo a batir, sino un aliado estratégico en el que se debe confiar. Los cazadores de toda Europa se lo han currado, llevan años sembrando, podando, poniendo bebederos, y mejorando sus territorios de caza, para disfrute de todos las especies que viven en el campo, incluidas las protegidas. En el Campo de Montiel, donde los conejos son hoy casi una plaga, conviven cazadores, búhos y águilas perdiceras en perfecta armonía. Lo repito, en perfecta armonía. En fin, que ahora sólo falta pasar de los piropos a los hechos, y de los amores a las obras. La educación, el reconocimiento y las buenas palabras en el marco de una conferencia internacional están bien, muy bien, pero ahora los cazadores necesitamos realidades. Y ya.