En Arán, habrá muchos vecinos que no quieran al oso, pero habrá otros tantos que se sentirían decepcionados si ese «incómodo vecino» se tuviera que ir del bloque y el Pirineo se quedara sin la especie.
Los osos han levantado ampollas en el valle de Arán. Desaparecieron, dejaron de existir, y la Administración los reintrodujo, trayendo unos ejemplares de Eslovenia. Se aclimataron, y ahora sobreviven en el Pirineo aragonés y resisten, como pueden al invasor —las infraestructuras, la pérdida de territorios, la hordas de turistas…—. El caso es que nos hemos enterado de que uno de esos osos le propinó un susto y unas heridas a un cazador de la zona, supongo que algún día de caza. Lo último que he leído sobre el asunto es que algunos cazadores de la zona se han manifestado para pedir la retirada del oso. Lo ven como un inquilino molesto.
Quizá por vivir en las llanuras no pueda entenderlo, quizá porque cuando andaba cogiendo setas nunca sentí temor de que apareciera un lobo o un oso. Sin embargo, con el oso creo que nos ocurre en este caso como el vecino que lleva años sin ocupar su parcela, y de repente llega, y claro, nos molesta. Nos fastidia, pero tenemos que aguantarlo, al fin y al cabo, ¿no está en su casa? ¿No vivimos todos en el mismo bloque? Entre los osos, y los corzos, los lobos y los jabalíes, las perdices, y las especies protegidas en general, sucede lo mismo, siempre han vivido con nosotros, siempre han coexistido y nosotros con ellas.
Hoy además la Administración está concienciada de la necesidad de que cazadores, pescadores, ganaderos y agricultores coexistan con estas especies. Es consciente que de lo que se juega y de que sin los locales no se puede jugar este partido de la conservación. El ministerio de Elena Espinosa de medio ambiente ha tomado buena nota, y sabe que cuando se desarrollen los planes de ordenación de las Zepas, y del resto de espacios protegidos, habrá que escuchar el ruido del 1 de marzo de 2008, y a un colectivo harto de ser ignorado.
En Arán habrá muchos vecinos que no quieran al oso, pero habrá otros tantos que se sentirían decepcionados si ese «incómodo vecino» se tuviera que ir del bloque y el Pirineo se quedara sin la especie. Creo que sería un fracaso para todos, gente de campo y de ciudad: una pérdida. Sé que hay argumentos para decir lo contrario, pero también para defender la presencia de esta especie. Con el oso en Pirineos, ganaderos y cazadores tienen la tranquilidad de que sus territorios de pasto, sus cazaderos, seguirán intactos. Ninguna declaración de impacto ambiental permitirá la construcción de una estación de esquí, de una autopista o un parque eólico.
Aquí abajo, en el centro de España, por eso de que en los páramos no hay osos, el campo nos lo están llenando de chatarra. A este paso no habrá sembrado por el que no pase un tendido eléctrico, una carretera o no exista un aparato de estos que dicen produce energía verde. A lo mejor necesitamos en las viñas algunos osos, para que no nos llenen de cables y autovías nuestros campos. A lo mejor, los cazadores de Arán lamentarían que el oso no les protegiera de las estaciones de esquí, y de las urbanizaciones que ocupan su territorio y el de su «incómodo vecino». Pues eso.