Acabo de leer que en Alicante las autoridades están preocupadas por el hallazgo de cerdos vietnamitas en el monte. También por los cruces de gorrinos vietnamitas con jabalíes que son los que viven en nuestras sierras. La cosa parece broma, pero tiene poca gracia.
La contaminación genética, la posibilidad de hibridación del jabalí autóctono con esos bichos provenientes de la Conchinchina —actual Vietnam— es una realidad y peligro potencial para nuestra biodiversidad.
Lo de las mascotas de hoy tengo que confesar que no lo entiendo. Llámenme atrasado, troglodita, hombre primitivo. Tienen carta libre. Todavía recuerdo la cara que se me quedó en una zapatería de Murcia capital al ver entrar a una señora con hurón cogido de una correa como si fuera un perro. El hurón, muy simpático, con un cascabelito al cuello, daba botes por todos lados y olisqueaba los pies de su dueña. Ver para creer. Llámenme cursi también, tienen mi permiso, pero sinceramente, todo lo que no sea un canario, un perrito o un gato en una casa, me deja atónito. Más si es un gorrino en un piso, aunque sea del sureste asiático. Creo que su sitio es una zahúrda, cochiquera, pocilga, cuadrilla o porqueriza.
Miguel Delibes Matos, investigador del IREC afincado en Ciudad Real, ha realizado un trabajo sobre el asunto que documenta al menos cuarenta y dos casos de hibridación en toda España. ¿Cuántos hay sin documentar? Desde Albacete hasta Palencia, pasando por Manzanares del Real, algunas zonas de Valencia, etc, son lugares en los que se han avistado o cazado jabalíes vietnamitas o con trazas de serlo. Así está la cosa. Lo único que le faltaba a la caza, zaherida por la crisis económica y la campaña de inspecciones de trabajo y seguridad social, es ahora la amenaza de hibridación de una de las especies emblemáticas de nuestros montes, el jabalí.
La adquisición de un guarro vietnamita no cuesta más de 20 o 30 euros en internet. El problema es cuando el animal empieza crecer; eso de tener un gorrino en un piso, deja de tener su aquel y se convierte en un problema. El animal que era tan riquillo, tan mono, se transforma en una mole de hasta 80 kilos de carne deambulando por el salón, la habitación de la abuela, la terraza o incluso el váter. Y ya se sabe lo terco que es un gorrino, incluso del sureste asiático. Así que cuando Juanito o Pepito se convierte en una incomodidad, en lugar de hacerlo salchichas o jamones, la familia, con el pañuelo en la mano se va a «liberarlo» a un monte cercano a la capital o simplemente lo deja en unos terrenos que tienen en el pueblo. Lo que no saben es que están provocando un problema para el resto de especies, especialmente para el jabalí, y que desde luego están cometiendo un posible delito contra el medio ambiente. Porque lo mismo que existe la contaminación atmosférica, de las aguas, los acuíferos… existe también la contaminación genética.
Para nuestras leyes, la introducción de especies de fauna no autóctona es en cualquiera de los casos una infracción administrativa grave o muy grave en la mayoría de las autonomías españolas. Cuando además se «perjudica el equilibrio ecológico» se puede estar cometiendo un delito castigado con penas de prisión de hasta dos años. La liberación al medio de un cocodrilo o un facochero es un ejemplo claro que ilustra este delito. Las sueltas vandálicas realizadas por grupos animalistas en algunas granjas de visones americanos son otro paradigma.
El cerdo vietnamita que puso de moda George Cloony es un bicho con unas características físicas y costumbres completamente distintas a las del jabalí europeo. El caso es que hasta la fecha, sólo el IREC y los cazadores han dado la voz de alarma. Parece que las especies cinegéticas y su hibridación es cosa de cuatro. Sugiere que hay especies de segunda y de primera y problemas ambientales de diferentes categorías. El problema de las especies invasoras, lo es y muy gordo. Genético y sanitario. Nuevas especies, nuevos problemas de sanidad animal; y si no, al tiempo.
Me parece a mí que tanta ñoñería y tanta tontería nos puede traer un problema bien gordo. Se me antoja a mí que tanta manga ancha con las mascotas no deja de ser una bomba de relojería capaz de hacer saltar por los aires la biodiversidad y la existencia de algunas especies. Eso creo yo.
(Publicado en Diario La Tribuna y club-caza.com)