Juan Antonio Sarasqueta ha recibido el reconocimiento de la Junta Nacional de Homologación este año 2018. Me alegra y me sirve de excusa para este panegírico que es una deuda de sangre con un hombre que, en lo personal y en lo profesional, ha sido siempre un tipo fiable y que siempre ha estado ahí, dispuesto a dar la mano, a ayudar y a liderar.
Le conocí en 2007 cuando yo era un pipiolo manchego de treinta y tres años y él un hombre recio del País Vasco e hijo del afamado armero Víctor Sarasqueta. Lo primero que le escuché hablar en una de aquellas reuniones en la calle Velázquez, donde tenía su sede la ONC, fue de organizar una manifestación y llenar de cazadores la Castellana. Pensé que estaba loco. La realidad es que el ido era yo. El 1 de marzo de 2008 los cazadores llenaron la Castellana y él hizo un discurso apasionado y brillante ante cerca de medio millón de cazadores. Fue una manifestación histórica en la que tuve la suerte de aprender al lado de personas como Juan Antonio. Lamento no haber frecuentado más su compañía y haber aprendido más de él: «cuando descubras a un hombre sabio, que tus pies desgasten el umbral de su puerta».
Juan Antonio es muchas cosas, pero ante todo es un hombre justo y, en el mejor sentido de la palabra, bueno. De él he aprendido el significado de la expresión templar gaitas. Fue premio Carlos III de la Real Federación Española de Caza, Premio Miguel Delibes y no sé cuántas cosas más. Algo tendrá el agua… Ha sido y es un maestro de maestros. Y yo humildemente me conformo y me relamo de haber podido estar a su lado y haber aprendido de un líder: generoso pero fuerte, directo y sin granujerías, de los de al pan, pan, y al vino, vino. Negociador hasta los tuétanos con el convencimiento de que el acuerdo se cimenta en la base, de que el negocio tiene que ser para ambas partes.
Sus grandes obras son quizá Adecap y la ONC, de la que ha estado al frente muchos años, algunos los más productivos de la historia de la entidad, liderando, pero dejando trabajar, presidiendo pero repartiendo juego entre sus colaboradores y no acaparando protagonismo. Pienso que el mundo en general necesita más corazón y menos cabeza, más pasión y sentimiento sin colar y aderezar, y menos cálculos y maquiavelismos de medio pelo. Si algo creo que gusta de Juan Antonio es eso.