Los tramos urbanos del río Guadiana a la altura de la ciudad de Mérida y Badajoz deben ser un paraíso para los gansos. La prensa habla de plaga y la verdad, las fotos asemejan una granja al aire libre de ocas, patos y gansos varios.
Pese a la prohibición de echarles de comer, el personal no se resiste a echarles gusanitos, pan duro, altramuces… y claro, se han convertido en famélica legión. Ni son aves silvestres, ni son aves de corral. Son los apátridas del reino gansil. Y así, de un elemento decorativo, gracioso, jovial y anecdótico se han transformado en una plaga que engulle todo a su alrededor, bocadillos de niños incluidos.
Mientras en un vídeo un vecino de Mérida habla de descaste, y las autoridades no toman decisiones no vaya a ser que alguien les critique, el Delegado de SEO/Birdlife en Extremadura ha resuelto el problema él solo. Propone dar los gansos en acogimiento. Y se queda tan ancho. Como si fueran menores en situación de riesgo, refugiados que huyen de la guerra… Marcelino, que así se llama el buen hombre, reconoce el problema medioambiental que supone una colonia de cuatrocientos gansos en medio de la ciudad. Y a mí —que me disculpe el señor— su operación salvar al ganso me ha parecido una solemne gansada.
Un ganso no es un menor, ni es un ser humano al que haya que dar en adopción. Soluciones como esta son fruto de la ignorancia o el nuevo fundamentalismo ideológico que supone el animalismo radical. Tras chorradas como esta se esconde un movimiento con un credo, una doctrina y unas consignas más próximas a la religión que a un movimiento social.
Ojo. No vale mirar para otro lado. Si rehaleros, organizadores, cazadores de bocadillo y catering piensan que con ellos no va la cosa, se equivocan: mucho. El animalismo es una ideología totalitaria, sectaria, que pretende (lo vimos los que estuvimos en Córdoba en el I Foro Caza y Sociedad que trató sobre el animalismo) imponer —no convencer— su doctrina. Se creen mejores que usted y que yo. Hay una especie de superioridad moral en su pretendido amor a los animales. Y ello aunque para salvar a un animal haya que linchar en las redes a una joven con 27 años o a un niño enfermo de leucemia cuyo gran pecado fue querer ser torero.
En el I Foro Caza y Sociedad celebrado en Córdoba con la presencia estelar del profesor Badiola (más conocido por las vacas locas) se ha puesto de manifiesto el carácter utópico y exagerado de los eslóganes del animalismo. El fenómeno está generalizado en Europa y todos coincidimos en que tiene mucho que ver el crecimiento de la población urbana y el suicidio demográfico del campo.
Pero del Foro, de Badiola, de Christian Cortázar o Nicolás Urbani y lo que dijeron hablaré otro día. Hoy tocaba hablar de gansos.