La última reforma del Código Penal de 2015 estuvo motivada, entre otras cosas, para dar respuesta a nuevas formas de criminalidad. El linchamiento público en las redes a toreros, cazadores o gentes del circo es precisamente eso, una nueva forma de ataque criminal contra los derechos de los demás; incitaciones a la violencia, al odio, a la discriminación y a la hostilidad frente a un colectivo, el de los cazadores, por motivos estrictamente ideológicos.
La tribu animalista ha abierto la veda y desde la impunidad del teclado o el perfil de Facebook, escupe bilis a discreción sobre la gente de las rehalas, los monteros, galgueros o domadores de circo. Desde la ONC se lleva trabajando mucho tiempo en poner coto a esto; se denunció al Fiscal General del Estado hace cerca de un año, se han interpuesto querellas e incluso se tiene preparado un dosier para presentar a los grupos políticos instando una modificación del Código Penal que ponga fin a la situación de impunidad rampante.
En pleno duelo por Mel Capitan, la reacción masiva, hostil y llena de vileza de cientos de personas con afirmaciones tan aberrantes como «que la violen en el infierno» invita a la reflexión y ha despertado las conciencias de los no cazadores. Una bloguera se jacta por la muerte de Mel y abre una lata de cerveza para brindar por la desaparición de una chica de veintisiete años cuyo delito era la afición a la venatoria. Y así suman y sigan los pantallazos que Javier Álvarez, responsable de comunicación de la ONC en estos días. ¿Es esta la sociedad que estamos construyendo? ¿Este es el resultado de nuestro esfuerzo en formación y en educación? ¿Es esta la tolerancia que predica nuestra sociedad?
Nuestro Código Penal castiga la incitación al odio, la violencia o la hostilidad por razones de etnia, orientación sexual, ideología, etc. Nada más. El resultado es que si a uno le atacan por razón de su homosexualidad o por ser judío, el hecho se castiga; si el linchamiento, la incitación a matar o dañar a alguien es por motivo de género, también. Sin embargo, si como en el caso de Mel o de otros miles de ciudadanos libres de este país es por motivo de su condición de cazador o de torero, no hay pena. El hecho es generalmente impune.
Por eso, desde la ONC ya sugerimos a la Fiscalía la pertinencia de modificar el Código Penal y ampliar la protección a colectivos como el de los cazadores o los aficionados a los toros. La alternativa a no hacerlo es la desprotección del derecho a la libertad individual de quienes realizan una actividad lícita, reglada y controlada como la caza o de quienes van a ver un espectáculo taurino. La libertad de expresión no es bunker que pueda amparar la lesión de las otras libertades y de la dignidad del prójimo sin un rasguño para uno mismo. Los jueces que así lo interpretan se equivocan y confunden la libertad de expresión con una bula para menoscabar los derechos de otros españoles.
Tuve el privilegio de representar a Mel, precisamente a raíz de estos ataques. Y tuve la misma sensación que tengo ahora de que para los tribunales el leznazo en la red, el hostigamiento, la incitación al delito en Facebook es un tema menor. Se equivocan, y los archivos o sobreseimientos unas veces por una cosa, otra veces por la contraria, han contribuido a esta espiral de violencia animalista en las redes. Una verdadera Jauría humana (1966). De hecho, en los últimos meses ha ido en crescendo, aumento de forma muy exponencial.
La inacción o el cruzarse de brazos por parte de los poderes públicos nos conduce al desastre. Ya lo dije en mi anterior artículo Injurias en las redes. Lo repito. La horda animalista que ama a su perro, pero odia otros seres humanos y desea su muerte, o la celebra, se siente con patente de corso ante la falta de una respuesta eficaz del sistema. A nuevos tiempos, nueva criminalidad y nuevas soluciones. Los delitos informáticos ni siquiera existían hace unos años. Hoy la Memoria de la Fiscalía General del Estado refleja el crecimiento exponencial de los mismos. Lo ataques en las redes no pueden seguir siendo sinónimo de impunidad. A grandes males, grandes remedios.